Como ya dije, el Cristianismo surge del cosmopolitismo, que por basarse este en el Logos o en la razón y, así, en la comunicación de la verdad, no es apto para el estado o arma. Tal como un estado no puede ser verdadera república, pues el propósito de daño no puede hacerse público.
Aparte del caso claro de la conversión del estoico San Pablo, fundador del Cristianismo, cuantas veces no hemos oído a los patriarcas cristianos decir que se les caían las lágrimas leyendo las obra de Cicerón o de Séneca u otros cosmopolitas, y que bien merecían estos el Cielo más que muchos cristianos, o así decían de Sócrates, referencia para el Cristo, ambos por igual bienaventurados como perseguidos por causa de la justicia de los que es el Reino de los Cielos.
Me llega la obra de Lactancio, quien, como San Agustín era africano, profesor del retórica -lo fue del emperador Diocleciano y de su hijo Crispo, y se convirtió al cristianismo, se le llama el Cicerón cristiano, pero no está entre los padres de la Iglesia. Sus palabras son excesivas para la que pronto se haría religión oficial del imperio:
«¿Qué son, en efecto, los intereses de la patria sino el perjuicio de otra ciudad o de otro pueblo, es decir la extensión del propio territorio a costa de robarlo con violencia a otros, acrecentar el imperio e imponer mayores tributos? Y todo esto no es virtud sino destrucción de la virtud. Y es que, en primer lugar se erradica la comunión social entre los hombres, se erradica la inocencia, se erradica la abstinencia de lo ajeno, se erradica, por fin, la propia justicia, la cual no puede soportar el desgarro del género humano, sino que escapa y desaparece necesariamente allí donde brillan las armas.
Lactancio 1990 VI, 6, 19-21, pp. 197-198
Lo chocante es que este conocimiento por igual de Occidente que de Oriente, hoy, cuando más interesa, se oculta. Dice el Mozi, «tu doctrina (la de Mozi) es perversa pues no conoces los límites del mundo ni la gente que lo ocupa» (Libro X B72-74). El Moísmo en efecto entendió q no tenía viabilidad política, por eso dejó la política y se dedicó a la ciencia física y humana (véase la obra Neo-moísta -ni una palabra de política).
Pero hoy que los límites del mundo son conocidos, y estamos todos conectados, ¿por qué ni siquiera planteárnoslo? La guerra es lo más urgente, pero no más que en el pasado, sin embargo rige la (auto) censura ¿somos definitivamente esclavos del estado, hoy ya totalitario, frente a la humanidad?